martes, 15 de diciembre de 2009

Memorias de una temporada

Un año más, termina la temporada de tenis. Un año más, pasamos revista a nuestros triunfos (los de los españoles) y no podemos quejarnos. Bueno vale, Nadal empezó el año como número 1 y luego pasó una mala racha. Pero hay pocos países que puedan presumir de nuestro curso tenístico, y eso que el del 2008 fue bastante mejor, pero qué se le va a hacer. Por cierto, reseñar que Ferrero le ganó a Almagro el Master de Bilbao, al que han dado por llamar, acertadamente, el Master de los Ausentes. Sólo uno de los finalistas de la Davis (David Ferrer, y a medio gas) compitió en el campeonato más importante a nivel nacional (como es lógico, por otra parte, que son tenistas pero no superhombres).


Para empezar, quiero destacar la victoria de Rafael Nadal en el Open de Australia 2009. Comenzó el de Manacor pisando fortísimo. Tan fuerte, que destrozó las antípodas a base de pelotazos 'Made in Spain'. Receurden las 'semis' ante otro español, Verdasco: el partido más largo de la historia del torneo. Y, ni corto ni perezoso, en otros cinco sets barrió al entonces número 2, Roger Federer, que quería marcar un hito con un nuevo Grand Slam. Exhibió un buen juego, pero sobre todo una fuerza de voluntad y un carácter portentosos. Si me permiten, el Nadal de principios de temporada lo consideraré como la mejor mente para el tenis de la historia del tenis, con permiso del Nadal del cuarto Roland Garros y el primer Wimbledon (sí, sí, primer, porque va a haber muchos más). Tan fuerte mentalmente y tan invencible nos parecía entonces a todos que Roger Federer se derrumbó al final del encuentro. Había sido un partido muy duro, cinco sets igualadísimos. Pero no lloraba por eso. Lloraba por el desconsuelo de no ver la luz al final del túnel. Nadal le había quitado el número uno y ahora ya le ganaba en todas las superficies. Nadal no pudo casi ni dar su discurso por las lágrimas de Roger. A algunos les inspiró falta de respeto. A mí lástima. Pero ¡ay amigo! el tenis da muchas vueltas. Nadal siguió su paseo triunfante por las pistas de medio mundo. Llegó a la final en Rotterdam y ganó en Indian Wells, Monte Carlo (por quinta vez), Conde de Godó (también por quinta vez) y Roma (por cuarta vez). Llegó entonces el Masters de Madrid, una semana antes de Roland Garros. Todos los españoles pedíamos a gritos su participación. Si hubieramos sabido lo que sabemos ahora le habríamos prohibido la entrada bajo pena de garrote vil. Llegó, cómo no, a la final. Esta vez no pudo vencer a Federer, que le derrotó por 6/4 y 6/4. Los expertos en tenis nos sorprendimos y nos temimos que, tras esta derrota, hubiese algo más. Y lo había, vaya si lo había. Tanto que Nadal llegó a Roland Garros con las rodillas hechas polvo. Perdió con Robin Soderling (quién no lo recuerda) y a partir de allí todo fue cuesta abajo, tanto física como mentalmente. No pudo recuperarse para Wimbledon y perdió la primera y la segunda plaza del ranking ATP. Una vez recuperadas sus rodillas, volvió al circuito. Lo que viene a continuación es una serie de largas y duras semanas, incluso meses, de vuelta a empezar. Cuesta mucho, más de lo que parece, volver a recuperar el nivel de un tenista. Más si el nivel era el del Gran Rafael Nadal. Le pesó mucho la losa de tener que volver de inmediato a sus increíbles logros. Los españoles somos así de injustos, queremos que vuelva, que vuelva a ser el mejor, y que lo haga por encima de otros tenistas de grandísimo nivel y en un instante. No lo consiguió. No diré que ha ido dando tumbos hasta el final, porque no lo ha hecho. Ha vuelto por sus fueros y ha llegado a varias semifinales y finales en superficies que, aunque se nos hubiera olvidado, no eran la suya. Pero llegó España. Llegó el Palau, y el 5 de diciembre. Llegaron Feliciano, Ferrer, Verdasco y Costa. Y volvió la tierra. Nadal se ha venido arriba en esta final de la Davis, en este final de temporada histórico para España. Por no repetirme con anteriores entradas sólo diré que España ganó por segunda vez porque somos los mejores y que Nadal va a recuperar su feeling. Espectacular triunfo de España. Es cierto, Australia y EEUU nos llevan una gran diferencia de ensaladeras. Pero lo que ellos no dicen es que el 90% de esas ensaladeras las ganaron 'haciendo trampa', ya que hasta 1972, el campeón se clasificaba automáticamente para la final de la siguiente edición eligiendo además la superficie en la que se jugaría, en lo que se conocía como la Challenge Round. Y yo les pregunto, ¿creen de verdad que España no habría ganado las diez últimas ediciones jugando sólo la final y encima sobre tierra batida? La respuesta, para mí, es obvia.
El resto del año lo resumiré en unas pocas líneas: Roger Federer aprovechó la ausencia de nuestro Rafa Nadal para ganar Roland Garros, y con él el Grand Slam reservado sólo a los más grandes: ganar los cuatro torneos más importantes del circuito a lo largo de una carrera (ojo, porque tanto Nadal como Federer están capacitados para hacerlo en un sólo año, tiempo al tiempo). Por si fuera poco, también ganó Wimbledon, en una nueva final con tintes épicos, esta vez contra el incombustible Andy Roddick. Por su parte, el argentino Juan Martín del Potro aprovechó las indisposiciones de Murray y su gran estado de forma para conquistar su primer grande, el US Open, hace pocas semanas. En el último grande de la temporada, el Master de Londres, Nicolay Davidenko sorprendió a propios y extraños imponiéndose a todo y a todos y alzándose con el título de Maestro bajo la aclamación del O2, un estadio mucho más mágico, creo yo, que nuestra Caja Mágica.
Un 2009 que nos deja un sabor agridulce pero, a mi manera de ver, más dulce que agrio por la consecución de nuestra cuarta Copa Davis y nuestro primer Open de Australia. Los españoles hemos demostrado ser una raza aparte en el tenis. Y ya no es sólo por Nadal. Me canso de decirlo, pero hace diez años (incluso más) que estamos en primera plana. Constantemente. Y yo les doy las gracias, a todos: a Bruguera, a Conchita, a Arantxa, a Berasategui (la mejor derecha que se ha visto nunca), a Félix Mantilla, a Moyá, a Costa (como jugador y como 'Capi'), a Ferrero, a Corretja (no por su carrera, pero sí por sus extraordinarios comentarios en TVE), a Verdasco, a Nadal, a Feliciano, a Ferrer, a Almagro, a Ballcels, a Robredo... entre todos están marcando una época. Unos sentaron base y otros han sido protagonistas de lo que en los últimos años se está conviertiendo en un éxito abrumador. Querámonos un poco, que no acostumbramos. Si me permiten la expresión, terminaré diciendo: "y lo que te rondaré, morena". Esperen sentados, pero no demasiado cómodos. 2010 va a ser el año de la eclosión final de Verdasco, del retorno de Ferrer al top ten, de la vuelta del mejor Nadal al número 1 (y no lo vuelvas a soltar, chaval) y de nuestra quinta Davis Cup. ¡A por ellos!

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