martes, 9 de febrero de 2010

Nadal ante su último chance


Soy seguidor acérrimo de Nadal (como de cualquier otro español). Reconozco que el juego patrio es más defensivo que otra cosa. Que el juego de Federer es más técnico, el de Del Potro más agresivo y el de Djokovic, más plástico. Pero yo valoro igual que eso (o más) el tesón y la garra españolas, ese liftado tan característico, el carácter gladiador de nuestros tenistas. Cada uno tiene su concepción del tenis y de la belleza, y para mí en el deporte lo que hace bueno a un jugador es ganar. Por eso defenderé al tenis español, que lleva años arrasando como no lo había hecho nunca y que no valoramos en absoluto. No sólo por Nadal sino por el amplio abanico de jugadores en primeras posiciones del ranking y la proporción entre éxitos y tenistas federados. Por eso creo que Nadal se encuentra ante su última oportunidad, su último chance. Tuvo muchísima mala suerte con su lesión. Nadal era un jugador grandísimo técnica y físicamente, pero eso lo tienen muchos. Si la marca distintiva de Federer es la técnica la de Nadal era la mentalidad, la fortaleza, el feelin'. Salí a a la pista a comerse el mundo y se comía, al menos, al rival. Con la lesión, como es lógico (que no es superman oigan), perdió aquello. Le costó volver a recuperarlo y fue dando tumbos (ojalá el resto de españoles diésemos esos tumbos, de todas maneras) hasta la final de la Davis. Yo creí que eso marcó el nuevo antes y después de Nadal, como había sucedido años antes en la misma competición en un partido con Roddick (consulten una de mis entradas antiguas al respecto). Es su competición talismán, como debería serlo para cualquier español. Después de ella tuvo un parón para recuperar sensaciones y regresó ganando un torneo de exhibición y alcanzando la final de Doha. Nadal, el gran Nadal, el invencible Nadal, había vuelto. Federer ya preparaba balsámicos para la derrota y acolchaba el suelo ante la caída diciendo que nunca se había ido y que era muy bueno. Y otra vez la maldita rodilla. Como una piedra en el camino. La misma, la misma horma del mismo zapato. En el primer compromiso complejo el físico dijo basta ( y no hagan caso de las malas lenguas que dicen que se lesionó por no perder, que en el segundo set estaba todo igualadísimo, incluso a favor del manacorí, hasta que hizo crack). Y vuelta a empezar. A recuperarse, a perder el ritmo y quién sabe si la confianza. Pero ahora Nadal parte con ventaja. No se va a perder RG ni Wimbledon, eso esta claro, pero es que además cuando vuelva estará comenzando la temporada predilecta: la tierra batida. Allí donde nadie le gana. Allí donde ha demostrado ser el mejor de la historia (sí, sí, y no me vengan con milongas), donde todos salen derrotados a la pista frente a él. Yo confío en que será allí donde vuelva arrasando y a arrasar. Y otra vez, ya no habrá quien le pare. O puede que no vuelva, que se quede en un quiero y no puedo. Que aguante en el top ten (tiene calidad suficiente para ello), pero no vuelva a ser el imbatible, el azote de Federer y toda la parafernalia esa que se inventa el Marca (para luego echarlo por los suelos cuando pierde un partido). Nadal está ante su último chance por lo tanto. Podría ser. Está en una situación comprometida de la que sólo los grandes pueden salir. Y yo que sigo confiando en él. Demostrará que es un grande. De todas las situaciones comprometidas, importantes, épicas... ha salido victorioso. Porque Nadal aún está. Y si no está, se le espera.

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