Todos sus entrenadores la definían como potencial número 1 del mundo. Nunca llegó a serlo. Sin embargo, eso no le impidió marcar una época en el tenis aragonés, español y mundial, cuajando una carrera donde los éxitos son el denominador común y los fiascos sólo una coincidencia.
Conchita Martínez es una ex tenista nacida en Monzón (Huesca) el 16 de abril de 1972 que destacó por ser capaz de aguantar durante 9 años entre las 10 mejores del mundo, un hecho muy poco común en un deporte en tan constante evolución. Aguantó las acometidas de la generación de Navratilova, de la de Martina Hingis y, más recientemente, los primeros años del surgimiento de la generación rusa. Supo adaptarse en cada momento al estilo de juego. Supo hacer que su tenis fuera válido en tres momentos diferentes y aguantar a lo largo del tiempo en la élite. Algo que se puede decir de muy pocas. Por eso y por muchas cosas más, yo no dudo en considerar a Conchita Martínez una auténtica número uno. Y además, caramba, es aragonesa, y los aragoneses tenemos que empezar a valorar mucho más lo que tenemos en casa, que no es poco.
La montisonense tiene en su haber 33 títulos WTA, entre los que destaca, evidentemente, el torneo de Grand Slam de Wimbledon ganado a Martina Navratilova en el verano de 1994, en una épica final en la que se impuso pot 6-4 3-6 y 6-4. Además de estos éxitos, Conchita enganchó a los españoles en las finales de Australia en el 98 y de Roland Garros en el 2000, en las que no pudo imponerse a Hingis y Mary Pierce, respectivamente. Por si fuera poco, es la única tenista española que ha ganado 3 medallas olímpicas en tres Juegos diferentes: plata en Barcelona 92, bronce en Atlanta 96 y plata en Atenas 2004, todas ellas en la categoría de dobles junto con Vivi Ruano o Arantxa Sánchez Vicario, con la que formó una dupla para la historia, protagonizando la mejor época del tenis femenino español. Además, ayudó a ganar nada menos que 5 veces la Copa Federación para España.
Una carrera de una tenista excepcional que consiguió romper moldes. Una derecha demoledora, una actitud luchadora (no tanto como Arantxa, claro está) y una clase fuera de toda duda fueron sus señas de identidad. Es la tenista española con más títulos WTA de la historia, conseguidos a lo largo de nada menos que 18 años de recorrer el mundo jugando al tenis (desde febrero del 88 hasta abril del 2006), por lo que algunos la consideran la mejor tenista de la historia de nuestro país. Si fue mejor que Arantxa o no es cuestión de gustos y de subjetividad. Lo que no es opinable es que es una de las mejores (si no la mejor) deportista aragonesa de todos los tiempos. Tal vez por eso, poco después de retirarse se le otorgó la medalla al mérito deportivo "Ciudad de Zaragoza".
Siempre se le ha considerado como una jugadora con un genial drive y un carácter quebradizo. Bien pues yo no estoy de acuerdo con ello. Una mujer capaz de llegar a ser la segunda en el ránking WTA, mantenerse durante 9 años entre las 10 mejores del mundo, ser también muy buena doblista, ganar 5 Copas Federación, 3 medallas olímpicas, un Grand Slam y ser finalista de otros dos demuestra algo más que un carácter quebradizo: demuestra una constancia, una calidad y una mentalidad fuera de toda duda.
Mi opinión es que Conchita, como muchos otros aragoneses, ha sido infravalorada por sus paisanos, que la han calificado muchas veces de débil de carácter. Para mí, aquellos que dicen eso no pueden saber lo duro que es llegar a la élite de un deporte, y menos de un deporte como el tenis, individual y tan físico como mental. Por eso creo quiero desde este blog felicitar más que efusivamente a una tenista como la copa de un pino, que empezó en las pistas del Airon Club de Monzón y acabó por vencer en el All England Tennis Club. Que se mantuvo en la élite como casi ninguna tenista actual consigue hacer. A la carrera de Conchita, aunque no llegase al número uno del mundo sólo se le puede decir una cosa: chapeau.
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