El champán ya está puesto a enfriar. No descorchado, que aún queda mucho trabajo, pero sí muy a mano. Y todo gracias a un heroico David Ferrer, que demostró por qué le llaman Gladiador. Se impuso al 'chulito' Radek Stepanek en más de cuatro horas de partido.
Comenzó mal el partido para el de Jávea y para los intereses españoles. Un Stepanek muy enchufado tiraba de una gran derecha, un amplio repertorio de dejadas, una volea de lo mejorcito del circuito y, ante todo, de un revés plano que, mal que nos pese, hizo las delicias de todos los amantes del tenis que vimos ayer el partido. No tuvo mucha historia la primera manga: 6-1 para la República Checa, Ferrer cabizbajo, sin encontrarse cómodo en la pista y Radek mandando misiles a un lado y otro del campo y subiendo a la red con maestría. Más de lo mismo en el segundo set, a pesar de la tímida reacción de Ferrer. 6-2, con un poco más de resistencia española, y Stepanek haciendo señas a la grada, paseándose triunfal por la pista y con los humitos muy subidos. Se veía ya ganador y se lo refrotaba a la afición española con cada punto de mérito que conseguía.
Y puede que fuese eso lo que encendiese la llama de la remontada española. Ferrer, que puede que tenga menos clase que Stepanek pero desde luego no menos fe, casta, mentalidad, lucha y potencia, se agarró en el fondo de la pista y comenzó a mover al checo. Recurrió a las armas de todo tenista español que se precie: la bola liftada, el juego demoledor desde el fondo y la épica. Porque es que no se puede llamar de otra forma más que épica. Con el punto que ponía el 2-1 en el tercer set para España, entre el público se oyó un estratosférico grito: ¡Vamos! Cómo no, lo profería Rafa Nadal. Y mandaba un mensaje a los checos, al Palau y a todos los telespectadores: los españoles no nos rendimos. Punto a punto, Ferrer fue desgastando a Radek. Llegó a sus dejadas y las devolvió, se asentó con su revés y comenzó a abrir ángulos con la derecha y así, como quien no quiere la cosa, llegó el primer set para el de Jávea. Stepanek ya no hacía los puntos con la misma facilidad y su frágil mente de tenista (que ayer quedó totalmente al descubierto) se vino abajo. Se empecinó en las dejadas y las subidas a la red, dos estrategias con las que Ferrer cada vez se sentía más cómodo. El cuarto set fue una repetición del tercero: igualado, intenso y emocionante. Pero con la peculiaridad de que todos los puntos importantes caían de nuestra parte. Así, llegamos al quinto set con las espadas en todo lo alto. Los que habíamos tirado la toalla tras el segundo set (entre los que, desgraciadamente, me incluyo), no cabíamos en sí de asombro y hacía rato que habíamos perdido los estribos y nos levantábamos del sillón a cada punto de David Ferrer. Un partido de los que hacen afición y un quinto set de los que ganan torneos. Tras tres horas y media de juego, los contendientes basaron su estrategia en ser fuertes con el saque. Llegamos así hasta el 6-6 sin que ninguno pudiese sacar ventaja. Los dos estaban muy seguros con el servicio y las fuerzas flaqueaban a la hora de restar. Pero Ferrer estaba más entero tanto física como psicológicamente. Así lo demostró a lo largo del partido y en este final, cuando, con un tenis excelso, consiguió romper el saque y ponerse 7-6 pasadas las 22.30 de la noche. Stepanek tiró la toalla y el siguiente juego le vino por inercia al valenciano. Juego, set, partido y segundo punto para España. Impresionante la remontada de David Ferrer (1-6, 2-6, 6-4, 6-4, 8-6) y la Ensaladera muy cerca de nuestras vitrinas. Es cierto, aún hay que ganar un partido. Pero con semejante paliza sobre Berdych y los ánimos de Stepanek por los suelos (dicen que se derrumbó en el vestuario y quería negarse a jugar el dobles) muy mal se nos tendrían que dar las cosas. Hoy o mañana, la Copa Davis tiene que ser nuestra. A esta hora, Verdasco y Feliciano se enfrentan a Berdych y Stepanek en un dobles que podría pasar a la historia...
Lo dicho, el champán ya está en la nevera, listo para descorchar.
Comenzó mal el partido para el de Jávea y para los intereses españoles. Un Stepanek muy enchufado tiraba de una gran derecha, un amplio repertorio de dejadas, una volea de lo mejorcito del circuito y, ante todo, de un revés plano que, mal que nos pese, hizo las delicias de todos los amantes del tenis que vimos ayer el partido. No tuvo mucha historia la primera manga: 6-1 para la República Checa, Ferrer cabizbajo, sin encontrarse cómodo en la pista y Radek mandando misiles a un lado y otro del campo y subiendo a la red con maestría. Más de lo mismo en el segundo set, a pesar de la tímida reacción de Ferrer. 6-2, con un poco más de resistencia española, y Stepanek haciendo señas a la grada, paseándose triunfal por la pista y con los humitos muy subidos. Se veía ya ganador y se lo refrotaba a la afición española con cada punto de mérito que conseguía.
Y puede que fuese eso lo que encendiese la llama de la remontada española. Ferrer, que puede que tenga menos clase que Stepanek pero desde luego no menos fe, casta, mentalidad, lucha y potencia, se agarró en el fondo de la pista y comenzó a mover al checo. Recurrió a las armas de todo tenista español que se precie: la bola liftada, el juego demoledor desde el fondo y la épica. Porque es que no se puede llamar de otra forma más que épica. Con el punto que ponía el 2-1 en el tercer set para España, entre el público se oyó un estratosférico grito: ¡Vamos! Cómo no, lo profería Rafa Nadal. Y mandaba un mensaje a los checos, al Palau y a todos los telespectadores: los españoles no nos rendimos. Punto a punto, Ferrer fue desgastando a Radek. Llegó a sus dejadas y las devolvió, se asentó con su revés y comenzó a abrir ángulos con la derecha y así, como quien no quiere la cosa, llegó el primer set para el de Jávea. Stepanek ya no hacía los puntos con la misma facilidad y su frágil mente de tenista (que ayer quedó totalmente al descubierto) se vino abajo. Se empecinó en las dejadas y las subidas a la red, dos estrategias con las que Ferrer cada vez se sentía más cómodo. El cuarto set fue una repetición del tercero: igualado, intenso y emocionante. Pero con la peculiaridad de que todos los puntos importantes caían de nuestra parte. Así, llegamos al quinto set con las espadas en todo lo alto. Los que habíamos tirado la toalla tras el segundo set (entre los que, desgraciadamente, me incluyo), no cabíamos en sí de asombro y hacía rato que habíamos perdido los estribos y nos levantábamos del sillón a cada punto de David Ferrer. Un partido de los que hacen afición y un quinto set de los que ganan torneos. Tras tres horas y media de juego, los contendientes basaron su estrategia en ser fuertes con el saque. Llegamos así hasta el 6-6 sin que ninguno pudiese sacar ventaja. Los dos estaban muy seguros con el servicio y las fuerzas flaqueaban a la hora de restar. Pero Ferrer estaba más entero tanto física como psicológicamente. Así lo demostró a lo largo del partido y en este final, cuando, con un tenis excelso, consiguió romper el saque y ponerse 7-6 pasadas las 22.30 de la noche. Stepanek tiró la toalla y el siguiente juego le vino por inercia al valenciano. Juego, set, partido y segundo punto para España. Impresionante la remontada de David Ferrer (1-6, 2-6, 6-4, 6-4, 8-6) y la Ensaladera muy cerca de nuestras vitrinas. Es cierto, aún hay que ganar un partido. Pero con semejante paliza sobre Berdych y los ánimos de Stepanek por los suelos (dicen que se derrumbó en el vestuario y quería negarse a jugar el dobles) muy mal se nos tendrían que dar las cosas. Hoy o mañana, la Copa Davis tiene que ser nuestra. A esta hora, Verdasco y Feliciano se enfrentan a Berdych y Stepanek en un dobles que podría pasar a la historia...
Lo dicho, el champán ya está en la nevera, listo para descorchar.
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