Espectacular cuarta ensaladera para España, que ha demostrado estar un peldaño por encima del resto. Somos los mejores, y lo demostramos con creces: allá donde jugamos, ganamos.
Nos hemos confirmado como el mejor país del siglo XXI (de lo poco que llevamos de él). Llevamos 4 Davis en muy poco tiempo y la verdad es que la sensación que han dejado este fin de semana en Barcelona, ya lo dijo Costa, es que estos jugadores tienen cuerda para rato. El 5-0 es algo anecdótico, porque los dos últimos puntos nos vinieron regalados. Sin embargo, no lo es que pasasemos todas las eliminatorias con gran suficiencia. Parece que este torneo lo hayan ganado con la gorra (aunque no sea así). Puede ser que el factor de jugar en casa haya sido determinante, pero ese cliché ya nos lo quitamos el año pasado en Mar de Plata. La única realidad es que llevamos unos años teniendo unos tenistas super clase que están elevando a España a los altares del tenis mundial, un lugar antes reservado a Estados Unidos, Australia y, tal vez, Suecia y Reino Unido. La tradición tenística está cambiando, hemos variado de ciclo. Ahora, los rivales a batir somos nosotros: Un país con muchísimos menos federados que otros como Estados Unidos y cuyo tamaño es igual o menor que uno solo de sus estados está haciendo sombra a todos los demás. Hemos ganado dos Davis seguidas, y lo hemos hecho sin paliativo ninguno. Desde principios de los 90, sólo la escuela argentina, con Coria, Nalbadian, Del Potro o Puerta puede compárarsele (y sale perdiendo por goleada). Los Centros de Alto Rendimiento de Canarias, Barcelona o Valencia están demostrando tener una pedagogía del tenis muy superior al resto. Son como la actual Masía del tenis. Muchos grandes jugadores (Gilles Simon, Marat Safin...) vienen aquí porque no son ajenos a la gran proliferación de tenistas formados en la España del último cuarto de siglo. Bruguera sentó las bases y fue seguido de aquellos primeros años dorados de Corretja, Berasategui, Moyá o Costa. Parecía que eso era inigualable, que España había tocado techo cuando ganó su primera Davis. Lo que nadie esperaba era que, tras ellos, viniera alguien que les superaría: Juan Carlos Ferrero, el gran 'Juanqui', que fue capaz de mantener a raya a un emergente Roger Federer durante casi un año. Cuando el suizo llego al poder y Ferrero cayó en picado parecía que la suerte se nos había acabado. Pero la suerte es para quien la busca. Detrás de él vino una hornada de jugadores de primer nivel: Feliciano López, David Ferrer, Fernando Verdasco y, por supuesto, la joya de la corona, nuestro gran campeón: Rafa Nadal. La suerte la han fabricado en las pistas de toda España un montón de entrenadores y de jóvenes promesas que están marcando una época en el tenis mundial. Hemos entrado en el olimpo del tenis por la puerta grande: con los Roland Garros de Costa, de Nadal, de Ferrero... con el Masters de Corretja, en número uno de Moyá, Ferrero y Nadal, con el Wimbledon de este último... Desde hace muchos años, los tenistas extranjeros ruegan en los sorteos que no les toque un adversario español. Saben lo que les espera: una fe inquebrantable, un tenis de muchos quilates y unos obuses liftados 'made in Spain' que acaban por desquiciar a cualquiera. Hay quien dice que el juego patrio es poco plástico, basado más en la resistencia y la potencia que en la clase. Yo sólo sé que, dentro de muchos años, Soderling les estará contando a sus nietos que una vez ganó a Rafa Nadal en Roland Garros. Stepanek les contará que 'casi' ganan una Copa Davis, pero que se toparon con una Armada Invencible, una que no se hundió antes de llegar a puerto. Y Federer... ¡ay Federer! ¿qué les contará a sus nietos? Yo albergo la esperanza y la seguridad de que sólo podrá contarles que intentó parar al mejor tenista de todos los tiempos, pero que sólo pudo hacerlo cuando las lesiones mermaron al español...
Nos hemos confirmado como el mejor país del siglo XXI (de lo poco que llevamos de él). Llevamos 4 Davis en muy poco tiempo y la verdad es que la sensación que han dejado este fin de semana en Barcelona, ya lo dijo Costa, es que estos jugadores tienen cuerda para rato. El 5-0 es algo anecdótico, porque los dos últimos puntos nos vinieron regalados. Sin embargo, no lo es que pasasemos todas las eliminatorias con gran suficiencia. Parece que este torneo lo hayan ganado con la gorra (aunque no sea así). Puede ser que el factor de jugar en casa haya sido determinante, pero ese cliché ya nos lo quitamos el año pasado en Mar de Plata. La única realidad es que llevamos unos años teniendo unos tenistas super clase que están elevando a España a los altares del tenis mundial, un lugar antes reservado a Estados Unidos, Australia y, tal vez, Suecia y Reino Unido. La tradición tenística está cambiando, hemos variado de ciclo. Ahora, los rivales a batir somos nosotros: Un país con muchísimos menos federados que otros como Estados Unidos y cuyo tamaño es igual o menor que uno solo de sus estados está haciendo sombra a todos los demás. Hemos ganado dos Davis seguidas, y lo hemos hecho sin paliativo ninguno. Desde principios de los 90, sólo la escuela argentina, con Coria, Nalbadian, Del Potro o Puerta puede compárarsele (y sale perdiendo por goleada). Los Centros de Alto Rendimiento de Canarias, Barcelona o Valencia están demostrando tener una pedagogía del tenis muy superior al resto. Son como la actual Masía del tenis. Muchos grandes jugadores (Gilles Simon, Marat Safin...) vienen aquí porque no son ajenos a la gran proliferación de tenistas formados en la España del último cuarto de siglo. Bruguera sentó las bases y fue seguido de aquellos primeros años dorados de Corretja, Berasategui, Moyá o Costa. Parecía que eso era inigualable, que España había tocado techo cuando ganó su primera Davis. Lo que nadie esperaba era que, tras ellos, viniera alguien que les superaría: Juan Carlos Ferrero, el gran 'Juanqui', que fue capaz de mantener a raya a un emergente Roger Federer durante casi un año. Cuando el suizo llego al poder y Ferrero cayó en picado parecía que la suerte se nos había acabado. Pero la suerte es para quien la busca. Detrás de él vino una hornada de jugadores de primer nivel: Feliciano López, David Ferrer, Fernando Verdasco y, por supuesto, la joya de la corona, nuestro gran campeón: Rafa Nadal. La suerte la han fabricado en las pistas de toda España un montón de entrenadores y de jóvenes promesas que están marcando una época en el tenis mundial. Hemos entrado en el olimpo del tenis por la puerta grande: con los Roland Garros de Costa, de Nadal, de Ferrero... con el Masters de Corretja, en número uno de Moyá, Ferrero y Nadal, con el Wimbledon de este último... Desde hace muchos años, los tenistas extranjeros ruegan en los sorteos que no les toque un adversario español. Saben lo que les espera: una fe inquebrantable, un tenis de muchos quilates y unos obuses liftados 'made in Spain' que acaban por desquiciar a cualquiera. Hay quien dice que el juego patrio es poco plástico, basado más en la resistencia y la potencia que en la clase. Yo sólo sé que, dentro de muchos años, Soderling les estará contando a sus nietos que una vez ganó a Rafa Nadal en Roland Garros. Stepanek les contará que 'casi' ganan una Copa Davis, pero que se toparon con una Armada Invencible, una que no se hundió antes de llegar a puerto. Y Federer... ¡ay Federer! ¿qué les contará a sus nietos? Yo albergo la esperanza y la seguridad de que sólo podrá contarles que intentó parar al mejor tenista de todos los tiempos, pero que sólo pudo hacerlo cuando las lesiones mermaron al español...
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