Febrero de 2008. Gladiator 'Ferru' vence a Juan Carlos Ferrero en los octavos de final del Australian Open, pasando a cuartos, donde que cae ante Novak Djokovic. Sin embargo, esto le sirve para, al lunes siguiente, aparecer como el cuarto mejor jugador del ránking ATP. 'Soy el primero de los humanos', dice. Es cierto. Porque delante de él, tenemos a Roger Federer y Rafa Nadal, dos jugadores aparte, y a Novak Djokovic, el eterno aspirante.
Lo que no sabía David Ferrer es que, poco después, le desbancaría otro jugador. Y que no sería el primero de los humanos sino el último (en ocasiones incluso más que eso) de los 'fantásticos'. Era el británico Andy Murray.
Revoluciona el Reino Unido. Se hace tremendamente popular. Por fin un británico podría volver a ganar Wimbledon. O si no eso, al menos la Copa Masters que, a partir de ese año, se celebraría en el O2 londinense.
Durante dos años, han sido los 4 fantásticos. Por detrás de ellos podía estar Roddick, Ferrer, Soderling, Davydenko, Del Potro...
Podían caer en algunos torneos, pero todos lo atribuíamos a la exigencia de una temporada repleta de partidos, que no tenían los demás, y que les pesaba al final de la temporada.
Pero lo cierto es que, ganaran todos los torneos o no, eran los más regulares, los más peligrosos, los más técnicos y los que, a la postre, acababan siempre el año entre los cuatro primeros. Siempre. Todo el año, fueran cuales fueran sus altibajos, se mantenían en ese top-4. Eran inamovibles. Tenían un aura de invulnerabilidad encima. Entre ellos, podían buscarse las cosquillas, pero jugaban en otra liga distinta a los demás. Como el Barça y el Madrid vaya, que pueden perder un partido pero que siempre serán primero y segundo, o segundo y primero.
Ahora, para desgracia suya y deleite de los aficionados al tenis repartidos por todo el mundo, ha aparecido un quinto en discordia. Un tenista que ha ido progresando a lo largo de los años y que ahora, con sus buenas actuaciones en Roland Garros (finalista, cayó frente a Nadal), Wimbledon (cuartofinalista, cayó, de nuevo, ante Rafa), US Open (cuartofinalista, perdió con Federer) y, sobre todo, con su victoria en el Master 1000 de París, ha demostrado al mundo y se ha demostrado a sí mismo que es posible alcanzar a los Cuatro Fantásticos. Es más, ahora llega repleto de confianza a un O2 que estará volcado hasta el final para que Murray recupere el terreno perdido. Seguro que al escocés le quema verse tan abajo en la clasificación, pues hace más de dos años que no caía tanto en ella. Y, sin embargo, Soderling llegará pletórico, armado con la confianza que le ha otorgado su primer torneo grande. En el clímax de su carrera, en una superficie propicia para él y con ganas de hacer algo grande. Va a tener a la grada en contra, pero ya ha demostrado en París, frente a Monfils, que puede con ello.
Si el O2 ya prometía un espectáculo primoroso, ahora que va a ser una caldera apoyando a su compatriota, mucho más.
Y eso, sin contar con los otros tres Fantásticos. Novak Djokovic: el hombre invisible, con el que no cuentan las apuestas pero siempre candidato a todo. Roger Federer, el hombre de goma, Mr. Fantástico, la clase, la técnica, el talento. Y Nadal. El bicho, el invencible, la roca, la Cosa, el rival a batir, la fuerza, la vida, el tenis.
El espectáculo está servido.
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