Al margen del resumen que podamos hacer del primer World Pádel Tour de la temporada, el Adeslas Madrid Open 2021, hay un nombre que resalta por encima de todos los demás – ojo, no sólo por lo alto que es, sino por el alto nivel de su pádel – y no es otro que el de Arturo Coello.
Lamperti y Coello. Foto: Padel Addict |
El de
Valladolid ha liderado una revolución, de la que hablaremos en breve. Ha tirado
la puerta, una puerta por la que casi no cabe. Acompañado de “Carisma Lamperti”
ha demostrado que no se equivocó en una elección que a muchos nos generó
impacto antes de iniciar la temporada.
Hace
dos temporadas, con solo 17 añitos, en Zaragoza tuvimos la suerte de verle en
directo en un torneo organizado por un servidor: el Torneo 21 Aniversario de CDMontecanal. Llegó espigado, acompañado de “Pincho” Fernández y llegó a una
final de altura para un club modesto frente a Marcelo Jardim y Jon Sanz.
Vendimos
la final como un duelo de promesas en la derecha y de veteranos curtidos en el
revés. A mí Coello me dio la sensación de ser un jugador con una potencia
enorme, una envergadura descomunal y un ataque excelso, pero con carencias en
la coordinación y en la defensa: le costaba desplazarse y, aunque ganó el
torneo y demostró abarcar muchísimo juego, daba la sensación de que la pista se
le quedaba pequeña y no estaba cómodo tan encorsetado en un deporte tan
cerrado. Algo parecido a la sensación que producen algunos pívots en baloncesto
al verles en directo. No obstante, todos los allí presentes anotamos el nombre
en la libreta y le seguimos con interés. Y ha corroborado que todas esas impresiones eran puras equivocaciones mías temporales, vapuleando mi opinión y, como dicen estos del marketing: potenciando las fortalezas, corrigiendo las debilidades y, en definitiva, convirtiéndose en un jugadorazo. Mis disculpas, don Arturo.
A la
siguiente campaña Arturo inició un proyecto interesante con un compañero de “su”
quinta: “Ivanxo Pádel”, Iván Ramírez. El cóctel resultó totalmente explosivo:
una mezcla que los rivales no sabían contrarrestar. Los futures, no contentos con acceder a cuadro desde la previa una vez
sí y otra tan bien – algo con poco premio hasta esta temporada – lograban darcampanadas frente a parejas asentadas en la tercera fase de los torneos. Hasta siete
veces tocaron con la mano los octavos de final: sólo se quedaron en
dieciseisavos en las dos últimas instancias del curso.
Una
tarjeta de presentación que, de no ser por rankings ponderados y similares,
este año les habría ubicado en una posición de partida mucho más elevada – y justa
– que la actual. Visto su desarrollo durante el 2020, podemos esperar mucho de
ambos, como nos dejaron claro en los cuartos de final.
Alto
hasta hacerse inmenso en la pista, con una pegada como las de hoy en día:
descomunal. Su mayor virtud, probablemente, es lo mucho que abarca en pista. A
su ataque despiadado, su gran choque de voleas y su juego aéreo ha implementado
mucha velocidad de pies y ambición para crear una defensa más que aceptable y
un ritmo que atosiga al rival sin darle respiro alguno.
Al
terminar la temporada 2020, Arturo tomó una controvertida decisión, dejando a
Ramírez y uniéndose a un veterano de mil batallas como Miguel Lamperti. Muchos
de nosotros alzamos una ceja. Los motivos para dudar eran muchos: “si algo
funciona, no lo cambies”; “Lamperti está en la cuesta abajo, con año y medio de
malos resultados”; “el proyecto económico y de repercusión no puede primar
sobre el deportivo”; “era el año de la consagración”… además se creó un clima
algo enrarecido por las publicaciones en redes sociales en las que no quedaba claro quién había roto con quién. Su ex-compañero, Iván, eligió a otra joven perla (con la que ya había compartido pista) como
nueva apuesta: “Mike” Yanguas.
Sólo un torneo ha tardado el
espigado vallisoletano del 2002 en disipar todas las dudas. Qué digo disipar:
destruir, barrer, aniquilar… Elijan ustedes la denominación.
Marcelo Jardim, Jon Sanz, Pincho Fernández y Arturo Coello en el Torneo 21 Aniversario de CD Montecanal. Foto propia |
Cumplieron el guión en
dieciseisavos ante Barahona y Piñeiro, en un partido que podría haberse
complicado pero que fue el primer paso del ciclón. La segunda muesca en el
cinturón fue la más sonada: Di Nenno y Paquito, pareja de la que se espera un
potosí este año… “al carrer” en un tie break que a todos nos habría gustado
ver. Y la tercera, un espectáculo vía streaming ante su ex y Yanguas: un duelo
de pistoleros a un ritmo frenético, más típico de las previas que de las rondas
finales. Un partido a quemarropa con tatuajes en la piel de tantos pelotazos,
bajadas diabólicas y remates que rozaban lo “lebronesco”.
Con el público en pie se citaban
para el más difícil todavía en semifinales: el Sanyo – Bela es el Everest, la
octava sinfonía, el mito frente a la realidad para cualquier chaval de 19 de
años. ¿Entrar por ello acogotado a la pista? No con Coello.
Un primer set vertiginoso que se
escapó después de tener un 5-2 arriba y un tie break en el segundo de los que
gustan al público. Se escapó, sí. Por el talento de los rivales, por los
detalles y porque en el saldo de ambas parejas la experiencia pesó más que el
ímpetu… de momento.
Un final en el que recibió el
abrazo cariñoso de Bela y el aún más fraterno de Sanyo, que comparte ciudad y
posiblemente entrenamientos y amistad con él. Tres mitos del pádel mundial
abandonaban la pista y el respetable no aplaudía a los hombres de las más de
400 partidos, sino a un chaval larguirucho de Valladolid que rendía pleitesía a los afortunados espectadores con una reverencia. Toma reválida para el chaval: podemos decir que este sí,
aunque ya no exista, ha aprobado la selectividad y puede entrar a estudiar con
los mayores.
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