Se ha instalado en el imaginario popular una creencia de que Nadal tiene los cuadros más sencillos que el resto de tenistas. Sin embargo, el camino hacia su duodécimo título en Mónaco está más plagado de minas de lo que parece
Al parecer, el hecho de que Rafa
Nadal haya ganado 11 torneos en Montecarlo se basa más en la suerte del sorteo
y del camino allanado del cuadro que en su propio talento tenístico. Eso se
desprende de muchos comentarios que amanecen cuadro tras cuadro; torneo tras
torneo.
Soy de la opinión de que la
suerte es la última excusa de los que piensan que la victoria puede suceder por
accidente, que es el escudo de los débiles. La suerte se busca, se negocia, se
fabrica y se conserva. El ranking hace valer su peso en los sorteos a través de
los cabezas de serie, y eso debe afectar al transitar de un jugador por la
competición.
La competición se prepara en Montecarlo. Foto: Punto de Break |
Pero es que, además, en esta
ocasión, no veo tan justificada la tan manida suerte del de Manacor. Al parecer
tiene un cuadro sencillo. Un cuadro sencillo en el que puede cruzarse en
segunda ronda con Dimitrov, que si bien no es quien prometía, es una buena
piedra de toque. Y a partir de ahí empiezan las concesiones de los
antinadalistas al abismo: siguiente ronda ante Rublev – uno de los tenistas más
en forma del circuito – o Bautista – semifinalista en Miami y verdugo de
Medvedev -; y en semis el mentado Medvedev – poco que decir sobre él – o Schwartzman
– reputado especialista en esta superficie – o el flamante campeón en Andalucía,
Pablo Carreño. Pues menudo cuadro sencillo.
Los hay que dirán que Djokovic
tiene por su lado del cuadro a Tsitsipas y Zverev como jugadores con más
ranking y a los finalistas de Miami por el camino velado: Hurkacz y y Sinner.
No obstante, no me parece un camino tan diferente del de Nadal.
Al final, digan lo que digan, la
pelota es la que dicta sentencia. Y aquí, en Mónaco, Nadal ha sido muy bien
tratado por ella, que es la única que no opina sobre quién la golpea, pero
tampoco perdona al que no llega a hacerlo.
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