sábado, 20 de noviembre de 2010

¿Cómo llegan los protagonistas a Londres? Parte IV



Último post del mini-serial en el que estoy analizando en unas pocas líneas cómo llegan los 8 jugadores clasificados para estas finales de la ATP. En esta ocasión trataré de opinar un poco sobre los 'últimos' clasificados de este excelso top 8. Andy, Roddick, que participa por octava vez consegutiva, primer rival de Nadal y, por supuestísimo, el segundo español en liza, el gladiador David Ferrer, que quiere volver a probar las mieles de las finales como hizo en 2007, cuando sólo el gran Roger Federer pudo privarle de la victoria en la final del campeonato. ¿Serán los últimos los primeros? ¿Darán la campanada? Tendremos que esperar para saberlo, pero ahora ya sólo hasta mañana, día en el que empieza este espectacular Barclays ATP World Tour Finals.



Nadie destacará su juego, aunque es buenísimo, cuando hable de David Ferrer. No. David Ferrer es el gladiador, el luchador, el aguerrido, el que se aprieta los machos y no da un punto por perdido. El jugador al que no ganas hasta el último punto. Puede que sea la cenicienta de esta Copa Masters, pero nadie duda que va a ser una cenicienta difícil de ganar. Cada punto que se le gana cuesta sangre, sudor y lágrimas. Llega pletórico de forma, más descansado que sus rivales y con la confianza de los buenos resultados obtenidos y de no tener nada que perder y si mucho que disfrutar. Sueña con reeditar la maravillosa actuación de 2007 y, la verdad, se lo merece. Se lo merece porque lleva diez años curtiéndose en mil batallas y no bajando nunca de los puestos nobles de la clasificación, porque su sacrificio y su entrega no son sino una muestra de su disciplina y, sobre todo, de su amor por este deporte. Es el jugador por el que todos nos identificamos, que juega bien pero que no basa en ello todo su juego, sino en un desplazamiento rapidísimo, un golpe seguro y regular y una mentalidad que recuerda a una roca sobre la pista. Se incrusta en el fondo de la pista y desde ahí doblega con bolas liftadas y profundas todos los ataques del rival. Los desgasta y los hunde física y psicológicamente. No destaca en ningún golpe en especial, a pesar de que todos ellos son seguros y pesados, por lo que cuesta mucho enfrentarse a él. Sin embargo, puede modificar su juego y hacerlo más agresivo para adaptarse al cemento, como demostró en Shanghai en 2007. Es el tenista que se ha construido a sí mismo a lo largo de los años y ha conseguido llegar a un nivel excepcional, tanto como para poder comparecer, de nuevo, en Londres, a pesar de que él nunca se ha considerado un tenista de la talla de los jugadores a los que se va a enfrentar. Precisamente por eso sí que lo es.
Su temporada ha sido la de la reconfirmación, destacando especialmente su final en Roma. Comenzó mal, con dos primeras rondas en enero, pero luego llego a semis en el SA Tennis Open y una final en Buenos Aires, antesala de su triunfo en Acapulco. Tras una gira americana no demasiado buena, llegó a semifinales en el masters 1.000 de Monte-Carlo y en Barcelona. Después de ello, llegó a la final de Roma, donde no pudo con el todoterreno Nadal. Poco después, refrendó su buena temporada de tierra con unas semifinales en Madrid, aunque no pudo poner la guinda en Roland Garros, donde perdió con Melzer en tercera ronda. Sin embargo, todo ese colchón de puntos ha sido, a la postre, definitivo para entrar en Londres.
En Wimbledon se superó a sí mismo llegando a cuarta ronda, lo que nunca antes había conseguido. Desde entonces, su temporada ha sido, si hay que definirla en una palabra, regular. Ha cumplido con buenas actuaciones en todas las plazas donde ha comparecido, especialmente en su casa, en Valencia, donde ganó antes su público.
Si hay alguien que se merece jugar, y disfrutar, en el O2 de Londres, ese es el tenista de Jávea, un tenista como la copa de un pino.



El estadounidense, el segundo Andy de este torneo, tiene años y años de tenis a sus espaldas, y puede presumir de haber comparecido siempre en la Copa Masters (el año pasado estaba clasificado pero no jugó por lesión). Su juego pretendía ser el heredero de Pete Sampras y Andre Agassi, continuar el dominio tenístico norteamericano, pero se ha visto lastrado por una generación de europeos que han podido contrarrestar sus potentísimos servicios, para algunos los mejores del circuito, y su juego agresivo. Sin embargo, siempre se ha mantenido en primera fila, luchando con los mejores y, en muchas ocasiones, venciéndoles. Su juego siempre es peligroso y más sobre el cemento. Andy Roddick es un jugador regular dentro de su estilo de juego, y en pista rápida es peligrosísimo. Siempre es candidato a todo, por su tenis, por su experiencia y porque, en forma, puede jugar un tenis casi invencible, como demostró en la final del año pasado de Wimbledon frente a Roger Federer, aquel maratoniano partido que nos enganchó a casi todos al televisor.

Ha sabido desarrollar su juego desde el servicio potentísimo que ha ostentado siempre hasta una regularidad en sus golpes pasmosa, siempre entre los mejores, algunso dicen que siempre ha sido una promesa por detrás de los grandes, pero no estoy de acuerdo. Sólo él y Federer llevan diez años ganando. Es un triunfador nato, un inconformista. Siempre en el top 10, salvo por circunstancias excepcionales, siempre regular, siempre en las rondas finales de los torneos, salvo tal vez en tierra. Roddick se pasea por las pistas de todo el mundo demostrándole a todos por qué le llaman 'cañonero', sin importar la fase de la temporada, el rival o el torneo. Ha ganado dos títulos esta temporada y tiene un excepcional balance de 48 partidos ganados por sólo 15 perdidos en todo el año. Pone sobre la mesa una carta de presentación al alcance de muy pocos, porque el nombre de Andy Roddick se define por sí mismo en el tenis: 29 títulos ATP y 555 partidos ganados. Esperemos, por el bien de Nadal, que no sume el 556 el lunes...

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