lunes, 24 de enero de 2011

Los que no fallan



En España tenemos un gran número de buenísimos jugadores de tenis. Sin embargo, sólo hay dos que nunca fallan. Almagro alterna épocas muy agresivas y buenos torneos con eliminaciones muy tempranas. A Verdasco y Feliciano les falta el puntito de carácter, de lucha y coraje que les aúpe a las alturas. Robredo y Ferrero ya son veteranos y García-López será eternamente joven, eternamente promesa.

Pero Nadal y Ferrer son de los que nunca fallan. Siempre están ahí. Siempre peleando, en la brecha, en las últimas rondas. A base de esfuerzo, trabajo y, por supuesto, calidad. En este Australian Open lo están demostrando de nuevo. David Ferrer jugó esta madrugada y se impuso a la revelación del torneo, el joven canadiense Milan Raonic, un cañonero del saque cuyos misiles son muy difíciles de contrarrestar. Los puntos cortos y directos no son del agrado del de Jávea. Pero no se trataba de Mikhail Youznhy ni de Michael Llodrá. Enfrente estaba un español. Después de perder el primer set aun a pesar de jugar bien, Ferrer se ató los machos. Se agarró al fondo de la pista como un clavo ardiendo y corrió a todas las bolas. Raonic no pudo sino seguir arriesgando, seguir machacando. Y eso no es fácil. Ferrer, que está curtido en muchas batallas, lo sabe. No era un partido para ganar, sino un partido que no había que perder. Sin fallos. Y así lo puso en práctica: 68 errores no forzados de Raonic por sólo 10 del español. Espectacular estadística que refleja la realidad del encuentro hoy en día: Ferrer es todo un experto en esto del tenis y a Raonic aún le faltan unos añitos en el circuito. Hay que quitarse el sombrero ante su torneo y su servicio, pero más hay que quitárselo por un 'Gladiator' de las pistas que no se amilana ante nada y sabe sacar la casta en el momento justo.


Y de Nadal, por fin podemos decir que ganó sin sudar demasiado la(s) camiseta(s). Aumentó en tres tallas el modelo específico que Nike le ha preparado y, al menos, se le ciñe menos al cuerpo cuando juega y no parece ir chorreando por doquier. De Marin Cilic (15), el primer cabeza de serie del campeonato con el que se enfrenta Nadal, se esperaba más. Mucho más. Al menos, brega, lucha y un partido competido. A pesar de alargarse hasta las dos horas y media, en todo momento se vio claro que el croata no albergaba esperanzas de victoria, se conformaba simplemente con plantar cara al número uno mundial y con sus octavos de final. Poca captura para un jugador que el año pasado llegó a semifinales. Cilic vendió cara su piel, relativamente. Alargó el partido, ofreció peloteos profundos... pero sólo 9 juegos. Ni un break en contra del de Manacor. Parece que al balcánico no le gusta correr de lado a lado de la pista, y Rafa lo sabe. Parece que tampoco le gustan los cambios de ritmo, y Rafa también lo sabe: ahora top spin, ahora cortadito, ahora pelota muy larga, ahora un poco más corta y blanda... en la variedad está el gusto, debieron de pensar Toni y Rafa. Cilic tenía que ganarse cada punto con un esfuerzo sobrehumano y eso pasa factura. Aunque Rafa no juegue a tope, no se puede negar que, en este punto, tiene muy automatizados los conceptos para imponerse a cualquier rival.


Estoy seguro de que eso es, en parte, el valor diferencial que aportan Ferrer y Nadal: la fe y la casta, pero también el saber estar dentro de una pista de tenis. Se enfrentaban a dos cañoneros a los que han sabido 'secar', La diferencia es que para ello, Ferrer se ha empleado a fondo. Nadal parece no haber llegado ni siquiera a su mejor nivel. Y ya está en cuartos. Ahora se enfrentarán dos españoles por primera vez desde 1997, cuando Moyá derrotó a Mantilla para acabar perdiendo en la final con Pete Sampras. Y Ferrer ya va avisando: "Cuando juego con Nadal no es que no me lo crea. Es que es muy bueno. Si he perdido tantas veces contra él es porque es mejor, porque es el número uno". Y, aún así, nos espera un auténtico partidazo por delante.


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