jueves, 2 de febrero de 2012

España "B", Bendito filial



Esta semana hemos conocido quiénes serán los defensores de la dignidad patria, personificada en una ensaladera, en Oviedo. Sobre los elegidos sobrevolará una imagen tomada hace menos de dos meses en La Cartuja de Sevilla. En esa instantánea aparecen Nadal, Ferrer, Verdasco, Feliciano y Granollers junto a su capitán, Albert Costa, bajo una lluvia de confetis, pletóricos tras transformar a nuestro país en orgulloso pentacampeón de la Davis. En esa fotografía (que todos tenemos en mente) aparece un sonriente Granollers, casi como si hubiera aparecido ahí por casualidad, y también Verdasco, bandera rojigualda cubriendo sus piernas. Rafa mira el trofeo queriendo morderlo y... ah sí, y su Majestad, con llamativas gafas de sol, lo sostiene. 

Lejos aún de los registros de Estados Unidos o de Australia, es indudable que esta Selección ha protagonizado uno de los decenios más brillantes de la historia del tenis (campeones en 2000, 2004, 2008, 2009 y 2011 y finalistas en 2003). A todos se nos ha llenado la boca y se nos han hinchado los ojos con el relato de los triunfos de la Armada. Dicen algunos de la victoria que borra (o al menos difumina) los problemas y tensiones que la competición colectiva  conlleva. Esta vez no ha sido así.


Si fue por hartazgo, por disputas internas, por querer retirarse en la élite o porque consideraba que era lo mejor, Albert Costa cogió los trastos y se fue. En su cartera, por si le faltaran méritos, se llevó un excelente balance de su capitanía. Sólo podremos elucubrar sobre los motivos, a no ser que el propio Albert los explique, aunque personalmente creo que ese 0-5 de Logroño pesó mucho.

Tras su marcha, el equipo se disgregó, dejando entrever que no era un hasta luego sino un adiós. El triunfo supuso, al tiempo, el final de una época. Ahora Nadal pelea con Nole para evitar que éste último gane el Golden Slam (¡calma, calma, aún queda mucho para eso!) y por sumar un nuevo oro olímpico. Ferrer se desgasta y se alza de nuevo para sorprendernos un año más aguantando entre los mejores. Feliciano está de dulce, se centra en su ranking ATP, en el que nunca estuvo mejor, y deja de lado la Davis, que tantas alegrías le ha dado. Y Verdasco... bueno, intenta ser la sombra de aquel titán que un día fue. 

Así las cosas, Álex Corretja, bendito él, se encuentra con un panorama desolador. Con un país ilusionado por un equipo capaz de todo y una afición expectante y ávida de nuevos triunfos. Ya se sabe: los españoles tenemos adicción a las victorias, nos congratulamos de ellas exageradamente durante dos semanas y después las olvidamos. Todo lo que supera ese límite carece de valor, porque nuestra memoria es muy corta. Ahora ya buscamos una nueva ensaladera, y si no la obtenemos será, qué duda cabe, un fracaso total. Sin embargo, parece que el equipo no está por la labor. Cada jugador establece sus preferencias (y en su derecho está) y la Davis parece haberse borrado de la mente de todos. Corretja, bendito él, tira de lo que le queda. De Almagro, Granollers, Ferrero y Marc López.

Albert le pasa la "Raqueta caliente" a Corretja.
Nico Almagro, el "excluido", ansioso de demostrar que hubiera (o hubiese) sido capaz de formar parte activa de aquel magnífico equipo que ahora pasará a la historia sin él. Granollers, que sigue como caído del cielo, feliz de formar parte de semejante Selección que lo gana todo. Ferrero, el eterno luchador, el mito que estuvo junto al propio Corretja en aquella heroica tarde de hace ya 12 años en el Palau. El veterano, curtido en mil batallas dispuesto a poner su espada (raqueta) al servicio del capitán una vez más. Y, finalmente, Marc López, quizá el primer especialista en dobles (presuponemos que formará junto a Granollers, con el que ya hizo buenos resultados en Zagreb y Stuttgart el año pasado) desde aquel tío tan majo de las patillas gigantes llamado Joan (Juanito) Ballcels. 

Ahora nos parece un equipo de segundo orden, una filial de la verdadera empresa, un remiendo que tape el descosido de los Grandes de España a los que el demoníaco calendario, los compromisos y el físico han impedido acudir a la primera línea de los tercios españoles. Al final, como en Flandes, en esa primera línea (o ronda, según se mire), estarán los bregarios. Afortunadamente, es improbable que estos se subleven por impagos de la soldada. Y, como Kazajistán no es Rocroi (aún sin subestimar a Golubev y Kukushkin, que de hecho llegó a octavos en Australia), y encima jugamos en casa y no en el país vecino, el resultado será, lo más seguro, muy distinto.

La Historia es injusta con este tipo de circunstancias. Recuerda a los ganadores finales, los del punto épico. Si Granollers, o Ferrero permiten el paso en las primeras rondas o mantienen la categoría en el Grupo Mundial, esa circunstancia suele olvidarse en el calor de la victoria y los desmesurados y efímeros elogios. Afortunadamente, contamos con ellos. Y responden. Si fuéramos cualquier otro país del mundo, salvo tal vez Argentina, Francia o Estados Unidos, nos veríamos en una disyuntiva irresoluble. Sin embargo, somos España. Contamos con una densidad de grandísimos jugadores (aunque dicen que ahora se avecina una época de sequía) excepcional. Podríamos componer tres equipos competitivos de Copa Davis para aspirar a todo. Si se jugase con 8 ó 10 compenentes en lugar de 4, llevaríamos 10 años imbatibles. Y gracias a ello estamos donde estamos y podemos soportar el paso de las rondas sin resentirnos. No sabemos lo extraordinario que es esto. Así, los Grandes de España no se resienten y pueden acudir en ayuda del equipo cuando los focos se vuelven hacia ellos, en las rondas finales. Ojo, no es una crítica, que es lo suyo. Que gracias a eso se ganan Davis, Grand Slams, Juegos Olímpicos y los íberos podemos regodearnos en nuestros propios éxitos. Pero habrá que tener en cuenta, habrá que reseñar, que recordar (aunque sea en una nota al pie) cuando lleguen esos éxitos (que llegarán, y si no este año, el que viene o el siguiente), que cuando tuvimos que presentar al filial, ésta respondió. Algunos malintencionados lo llaman el Equipo "B". Sí. B, de Benditos. 

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